jueves, 11 de agosto de 2011

NeuroAntropologia y revueltas en Londres


El comportamiento de una gran mayoría de los jóvenes londinenses ha genrado una gran alarma en todo el mundo. Las medidas de control social ordinarias se han visto desbordadas por la sucesión de acontecimientos, y las autoridades se han visto en la necesidad de tomar medidas disciplinarias de control social basadas en los fundamentos teóricos del sistema "panopticon", tales como el grupo de usuarios que se han unido en Google para formar un grupo denominado 'Reconocimiento facial en los disturbios de Londres'.
Un total de 19 usuarios se han unido para crear un Google Group que tiene por objetivo usar tecnología de reconocimiento facial en imágenes para identificar a los ciudadanos que presuntamente estén cometiendo delitos y saqueando los comercios durante los disturbios. En el espacio del grupo hay distintos temas sobre qué herramientas usar o cuestiones éticas.
La policía está dando acceso a las imágenes de circuito cerrado de televisión de los revolucionarios y saqueadores. Vamos a utilizar la tecnología existente como el reconocimiento facial y las redes sociales de manera proactiva para ayudar a que el proceso de justicia sea un poco más rápido", explican en la descripción del grupo.
Los miembros que colaboran con 'Reconocimiento facial en los disturbios de Londres' han abierto distintos temas con información sobre aplicaciones para usar este tipo de tecnología, cuestiones éticas de este tipo de prácticas y guías sobre servicios en los que cotejar fotos. Los creadores del grupo permiten a cualquier usuario inscribirse para participar y aportar sus conocimientos en la materia.
Si nos decidimos a pasear por las calles de la City, podemos observa multitudes de grupos de jóvenes con capucha ...; hay tantos, que, el barrio de Tottenham parece un monasterio de ilumitati.


Qué está pasando con los jóvenes ingleses.
La mitad de los procesados en Londres por los disturbios ocurridos desde el sábado son menores de 18 años, según datos divulgados hoy por Scotland Yard.En la capital británica ha habido hasta ahora 922 detenciones y 240 de los detenidos han declarado ya ante el juez y han sido procesados.En Nottingham (centro de Inglaterra) entre los acusados formalmente se encuentra una niña de once años.La menor declaró hoy ante el juez y admitió haber participado en los disturbios en Nottingham, rompiendo los escaparates de una tienda de ropa de vestir.La niña, que aseguró ante el juez haber sido incitada por un grupo de jóvenes, tendrá que cumplir una pena especial, por la que estará bajo la supervisión de los servicios sociales durante nueve meses y quedará libre de cargos si durante ese periodo no comete más delitos.
Su padre ha tratado de justificarla en el juzgado al asegurar que, por su edad, es "fácilmente manipulable", según informó el diario "The Guardian" en su página web.
La edad de responsabilidad criminal en el Reino Unido abarca a menores de edades entre los 10 y los 17 años, que solo podrán ser procesados en tribunales para adultos en caso de que hayan cometido delitos como robo, incendios provocados y violencia.En Nottingham han sido detenidos también tres chicos de catorce años, acusados de desórdenes públicos.Por otro lado, en Birmingham está bajo custodia un chico de quince años que aprovechó los disturbios para robar trece paquetes de chicles y 21 chocolatinas.Otros dos jóvenes de 17 años han sido detenidos en Londres por robar en varias tiendas, entre ellas una de ropa de marca y en joyerías.
En la región de West Midlands, en el centro de Inglaterra, han pasado también por el juzgado otros seis menores.
Un vídeo de un joven que fue atracado en Londres por quienes se acercaban a ayudarle ha dado la vuelta al mundo en internet y se ha convertido en una de las imágenes más dramáticas de la violencia callejera en el Reino Unido.
Mohammed Asyraf Haziq, un estudiante malasio de 20 años, fue intervenido de la rotura de su mandíbula después de sufrir una paliza en la calle durante los disturbios sucedidos en el barrio de Barking (este de Londres) en la noche del lunes, informa hoy la BBC.
Un videoaficionado subió esa filmación a Youtube, donde ha sido vista por cientos de miles de personas y se ha convertido en una de las imágenes de los disturbios más vistas junto a la de una mujer saltando desde un edificio en llamas.
Dzuhair Hanafiah, presidente del London UMNO Club, una organización que presta ayuda a los malasios residentes en Londres, afirmó hoy que Haziq estaba confundido después de haber recibido una paliza y que no tuvo oportunidad de defenderse.
Hanafiah explicó que Haziq fue atacado por un grupo de jóvenes para robarle la bicicleta en la que circulaba, alguno de los cuales "no pasaba de los doce años".
El vídeo de Youtube muestra cómo un grupo de jóvenes se acerca al estudiante cuando está tirado en el suelo, aturdido y ensangrentado, aparentemente para ayudarle a levantarse.
Una vez en pie, los jóvenes abren la mochila que el joven lleva a la espalda y le roban diversos objetos antes de abandonar el lugar y dejar solo a Haziq.
Internet está jugando un papel destacado en los disturbios de los últimos días en distintas ciudades del Reino Unido, con los alborotadores coordinándose a través de las redes sociales y los ciudadanos organizando brigadas de limpieza en Twitter, y ésta no es la única historia sobre lo sucedido conocida a través de la red.
La cobertura de los disturbios de una pequeña televisión local de Birmingham, Sangat TV, que emite por internet, ha causado también sensación entre los usuarios de la red y ha recibido miles de visitas.
En un ejercicio de lo que el diario "The Guardian" ha calificado como "periodismo de guerrilla", los reporteros de Sangat TV filmaron durante las dos últimas noches de disturbios en Birmingham allí donde ningún otro periodista había llegado, y obtuvieron imágenes que después utilizaron grandes cadenas como la BBC, CNN y Sky News.


También la policía británica ha aprovechado la facilidad de comunicación que otorga internet y ha difundido decenas de imágenes de sospechosos de causar altercados captadas por cámaras de videovigilancia para que los usuarios las divulguen e identifiquen a los individuos que aparecen en ellas.
Ayuda para Haziq
Una plataforma de jóvenes se ha creado para borrar este acto de vandalismo y se ha puesto a disposición del joven para paliar, en parte, el daño causado. Se trata del blog, 'Hagamos algo por Haziq', en el que se piden donaciones.
Se discute en la misma plataforma el destino que debe tener ese dinero para ayudar a Mohammed Asyraf Haziq. Entre las ideas que han surgido en las últimas horas se dice que con el apoyo económico se podría conseguir que su familia de Malasia lo pueda visitar en el hospital donde está ingresado tras la paliza. También, se sugiere que con recursos recolectados se puedan adquirir la consola y los demás elementos que le fueron robados durante el acto de pillaje.


El primer ministro británico, David Cameron, prometió hoy ante el Parlamento que hará "todo lo que sea necesario" para restaurar el orden en el Reino Unido y que los culpables de los disturbios "pagarán por ello".
"Necesitamos demostrar al mundo, horrorizado con lo ocurrido, que los responsables de los disturbios no representan al país y a nuestra juventud", y que, a un año de los Juegos Olímpicos de Londres, el Reino Unido "resiste" y "no abandona", dijo.
El "premier" hizo una declaración ante el Parlamento británico, reunido en sesión extraordinaria por la ola de violencia iniciada en Londres el pasado sábado y que en días pasados se extendió a otras ciudades inglesas, con alrededor de 1.500 detenidos.
"Todo el país está impresionado con las terribles escenas de gente saqueando, violencia, vandalismo y robos", indicó David Cameron, que volvió a calificar los disturbios de "delincuencia pura y dura".
Cameron consideró "injustificable" la ola de violencia y aseguró que las autoridades están actuando "de forma decisiva" para restablecer el orden en las calles, lo que ha dado como resultado que ayer la noche fuera de calma.La policía seguirá en las calles con un elevado número de efectivos durante este fin de semana, dijo.
"No permitiremos que una cultura del miedo exista en nuestras calles, haremos todo lo que sea necesario para restaurar la ley y el orden, y para reconstruir nuestras comunidades", apuntó.
David Cameron se refirió también a la cercanía de los Juegos Olímpicos de Londres, que se inaugurarán el 27 de julio de 2012 y en los que la seguridad es el gran reto.
"A un año de los Juegos, necesitamos demostrar que el Reino Unido no destruye, sino crea; que no abandona sino resiste, y que no mira atrás, sino hacia delante", concluyó.
El jefe del Gobierno británico indicó además que no habrá "complacencia" ante la violencia callejera y que la policía tendrá toda la autoridad legal que precise para hacer frente a los alborotadores, a los que calificó de "delincuentes".
Cameron afirmó que muchos de los causantes son jóvenes "de hogares disfuncionales" y miembros de bandas callejeras, e insistió, como ha hecho en días pasados: "La responsabilidad es de los delincuentes".
"Os buscaremos, os encontraremos, os procesaremos y os castigaremos", indicó el "premier", que en los últimos días ha endurecido su lenguaje ante la gravedad de la violencia callejera que vive este país.
Los tribunales británicos, que llevan dos días operando durante la noche, se han mostrado efectivos en hacer justicia y se les dará todos los poderes necesarios para que puedan seguir haciéndolo, apuntó además el primer ministro.
En su turno de respuesta, el jefe de la oposición, el laborista Ed Miliband, insistió en dar a los responsables el "castigo que merecen y que el pueblo espera", aunque advirtió de que la clase política no debe olvidar su responsabilidad con los jóvenes.
"No podemos permitirnos perderlos", señaló Miliband, en un discurso conciliador con el Gobierno y en el que se preguntó por las razones de la violencia generada.
El líder de la oposición recomendó además la constitución de una comisión independiente que analice lo ocurrido, escuche a los afectados por estos "terribles" sucesos y busque soluciones para que no se vuelvan a repetir estas situaciones.


Por término medio la policía me da el alto tres veces al día sin motivo alguno, me pide los papeles, me hace un par de preguntas y me deja marchar tras comprobar que no soy ningún delincuente –se lamenta Patrick Radebe, el propietario negro de una imprenta de Peckham–. Y eso que voy bien vestido, con traje y corbata, no luzco collares de oro en el cuello ni pendientes de diamantes en las orejas como los mafiosos locales o los capos de la droga. ¡Imagínese lo que ocurre con los chavales que llevan un chándal, zapatillas de deporte caras y el rostro cubierto con una capucha".
Es así no sólo en Peckham, sino en todas las comunidades con un elevado porcentaje de negros y asiáticos de todo el país, especialmente después de los atentados de julio del 2005, cuando el pretexto del terrorismo puso la seguridad y el miedo por delante de la libertad y los derechos civiles, dando vía libre a que la policía hiciera lo que quisiese en aras de la prevención. Los blancos no son sospechosos y disfrutan de la presunción de inocencia. El resto, todo lo contrario.
Ello ha reavivado la hostilidad latente que los residentes de zonas deprimidas sienten hacia la policía desde los años ochenta, cuando barrios londinenses como Brixton. Peckham y Tottentham, –o Toxteth en Liverpool– registraron incidentes todavía más graves que los de ahora, también en un contexto de crisis económica. Entonces, el gobierno conservador de Margaret Thatcher intentó imponer un impuesto universal (la poll tax), al margen de los ingresos de cada uno, a fin de recaudar fondos para las arcas del Estado. Ahora, quienes dependen de las ayudas estatales ven disminuir sus subsidios de desempleo, incapacidad o familia numerosa para pagar los excesos e imprudencias de banqueros y constructores, en medio de los más draconianos recortes presupuestarios desde la Segunda Guerra Mundial.
"La cuestión es el reparto del pastel –dice Sylvia Major, una periodista de radio local–. Las clases trabajadoras de Peckham saben que nunca se van a hacer ricas a no ser que les toque la lotería, y se conformaban con sueldos de 1.500 o 2.000 euros que ahora les quieren recortar; los asilados políticos contaban con tener un piso, clases de inglés y una pequeña ayuda hasta poder volar; los parados crónicos sobrevivían con una vivienda subvencionada y la ayuda de incapacidad laboral; y los chavales tenían bastante con emborracharse los fines de semana, la camiseta de su equipo de fútbol, unas zapatillas Nike, una PlayStation y un ordenador para descargar música y películas. El problema es que ese equilibrio se ha evaporado".
Los pobres y las clases medias de Peckham, como de tantas otras zonas deprimidas del Reino Unido, se dan cuenta de que, sin haber hecho nada malo y con los pretextos del terrorismo y la crisis, los poderes fácticos han emprendido una campaña para restringir por un lado sus libertades y, por otro, un pedazo del pastel que ya era de por sí raquítico. "Estamos viviendo –señala el profesor de economía Eric McComarck– un tira y afloja para ver con cuánto es capaz de conformarse la gente, hasta qué punto acepta una reducción de su nivel de vida para que las élites puedan mantener el suyo. Con el sector de la construcción hundido, y realizadas ya la mayoría de privatizaciones, fusiones y adquisiciones posibles, la única manera de que los poderosos sigan ganando dinero como hasta ahora es reduciendo los salarios y beneficios de los trabajadores. La rebelión ha empezado".
De los casi veinte mil habitantes de Peckham, un 70% son negros (procedentes de África y el Caribe), un 20% blancos y un 10% asiáticos.
Los índices de delincuencia, paro, embarazos no deseados y familias monoparentales figuran entre los más altos del país. Hay casi una banda en cada esquina, grafitis por doquier y hogares en los que nadie ha trabajado durante tres generaciones. En el año 2000, un niño de diez años de origen nigeriano, Damilola Taylor, murió desangrado después de que chavales de su edad le clavaran un cuchillo en el muslo a la salida del colegio, en la escalera del bloque donde vivía. En el 2008, dos estudiantes franceses fueron asesinados a navajazos, y sus cuerpos quemados, cuando se negaron a dar sus tarjetas de crédito a los ladrones. Así se las gastan los matones locales.
Las cosas no siempre fueron así de deprimentes en Peckham, antiguo asentamiento romano, favorito del rey Enrique I y del duque de Gloucester, antaño una elegante y aristocrática zona residencial de las afueras de Londres, con edificios de Christopher Wren y posadas donde se instalaban los comerciantes que iban a las ferias de ganado de la capital. Un tranvía tirado por caballos –uno de los primeros del país– conectaba con la City y los astilleros del puerto. Hasta 1880 los almacenes Jones and Higgins fueron los más grandes y prestigiosos al sur del Támesis. Un proyecto de regeneración valorado en 300 millones de euros pretende devolver al barrio sus mejores días, pero todo sugiere que antes de mejorar las cosas irán a peor. A mucho peor...
"Todos nacemos con sueños, ¿no? ¿Por qué tanta gente los pierde?".
Hay policías, muchos policías que no registran a nadie, no paran a nadie, aunque el primer ministro amenaza con emplear algo que no se ha usado nunca en la isla de Gran Bretaña: ¡cañones de agua!
Madrugada en el barrio de Londres donde empezó todo. Poca cosa esta noche: un conato de incendio en un almacén de productos de belleza y la policía impidiendo el paso por algunas de las calles devastadas.


Dahu, el de los sueños perdidos, mira a la policía y despotrica del sistema hablando despacio, con elegancia.
–Los que tienen el poder viven en una burbuja. Como si vivieran en otro país. No escuchan –dice.
Tiene 33 años, es arquitecto, hijo de inglesa y jamaicano de clase baja, y educado por una familia progre blanca de clase media.
–Los que mandan hablan de la gente casi como si no fueran humanos –añade.
Siempre hay una guerra cerca. Esta madrugada, en Tottenham, si no es el monumento a los muertos en la Primera Guerra Mundial, es el que se toma un pollo solitario en la West Green Road: viene de Somalia y todo esto le parece un cachondeo.
Por la mañana, rumbo a Croydon, el barrio del segundo muerto de los disturbios, un anuncio en el vagón del tren hace tambalear el reportaje. Es la fotografía de un mosquito: este bicho mata a un niño africano cada 45 segundos, recuerda Christian Aid de la malaria. ¿Dónde está la noticia? ¿En Croydon o en África? ¿Dónde debería estar?
La prensa británica y extranjera describe el centro de Croydon como zona de guerra. Pero la guerra es otra cosa: rompe el mundo de otra manera. La perspectiva de la London Road no es de guerra, es de atentado: voluntarios con camiseta amarilla van recogiendo los cristales del asfalto con la mano, casi uno a uno, como si buscaran pistas para entender lo que despista al país.
¿Pura criminalidad o expresión de un descontento social?
–Puros delincuentes. Sólo roban –afirma un señor de avanzada edad mirando la perspectiva de cristales. Nació en Sri Lanka y prefiere no dar su nombre.
Más abajo, tras pasar por calles con pulcros jardincitos que no tienen enanitos de milagro, retiran los escombros de la gran casa y tienda de muebles Reeves, fundada en 1867.
¿Es un problema policial?
–Policial cien por cien, porque un padre que pegue a su hijo va hoy directo a la policía, y así crecen los críos, sin ninguna disciplina –afirma Daniel, de 36 años, de padre jamaicano, madre inglesa y piel jamaicana.
–Sin mano dura, esto volverá a ocurrir. Y han saqueado una tienda de armas aquí cerca, en Coulsdon-Chipstead Valley Road –añade mirando los 145 años de muebles quemados.
De regreso a la London Road, hay colas en McDonald's, colas en el cajero del Santander y un iluminado de una secta cristiana con nombre de ambientador –The Open Air Mission– va preguntando a la gente si tiene problemas de conciencia. La mezcla es total: veo la mirada azul de una convertida al islam tapada de negro y a un chico negro y una chica blanca metiéndose mano.
En Hackney, más de lo mismo. Un blanco pasea con dos niños negros en los brazos, más colas frente al cajero intacto del Santander y más tiendas reventadas.
¿Pura criminalidad o expresión de un descontento social?
–Criminalidad –responde un señor judío con su kipá que prefiere no dar su nombre.
–Es que aún no he tenido tiempo le leer la prensa –contesta una señora negra de mediana edad que tampoco lo quiere dar.
–Hay un poco de todo –afirma un chico blanco que sí da su nombre y edad: Miles, de 24 años.
Por la calle, el Evening Standard reproduce unas palabras del primer ministro: "Hay bolsas de nuestra sociedad que están francamente enfermas".
También aquí, un monumento a los muertos en el "supremo sacrifico" de la Primera Guerra Mundial y en el "supremo sacrificio" de la Segunda. La memoria es importante. El sacrificio, también. Por eso nadie se fija en el monumento.

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